Esbózame.
Delinea mi contorno con tus manos:
cada rasgo, cada curva, cada pliegue,
yo.
Atrápame.
Entre tus brazos sedientos,
henchidos de desencanto y de arrebato,
hartos de todo y de nada,
ansiosos de carne,
de mí.
Siente,
poco a poco,
cómo a veces es fácil,
creerse las mentiras
y dejarse llevar,
entrelazados,
por el fastuoso mundo de la confianza
y de lo amargo.
Piensa,
herido en guerra,
que no hace falta ser eternos combatientes,
que a veces basta con ser dos
para que el mundo aparezca en tu montera
y que qué más da el amor
si es otra noche entera,
si mientras tú me tocas
no te importan las muertes
ni existen los despojos
ni hay ya poesía muerta
ni desidia
y sólo existe el miedo
-más de mí que de ti, más de nadie y de cualquiera-
a que te canses.