lunes, 25 de abril de 2011

I

Qué desgarradora es la verdad
cuando no puedes por menos que devolverle la mirada
                                        cuando te mira a la cara
                                        cuando grita
cuando vaharadas de rabia y de mentira
se entremezclan con coherencia ante tus ojos.

Qué desgarradora es la verdad
cuando ni siquiera puedes engañarte.

Qué desgarradora es la verdad, y tú...

qué estúpido .

II

No me parece mal que tú me engañes
no tendría derecho a quejarme, al fin y al cabo.
Me da igual que lo hagas a escondidas,
que lo sepa todo el reino de los cielos
tengo la conciencia tan tranquila
como al día actualizada la mentira.
Pero ya no me acordaba
de lo difícil que te resulta parecer inteligente
de que hasta lo más obvio te gana en la carrera de lo ajeno
de que no eres capaz ni de esconder
las pruebas más redundantes de lo hecho.
Simplemente, olvídate
de seguir riéndote en mi cara
de seguir suspirándome al oído
de seguir retorciéndote en mi lecho.
Haber aprendido,
tú,
tan hecho
      -let me laugh-
a mentir bien...

Cuando quieras, yo te enseño.